La paradoja de Medjugorje
La autorización dada por el Papa a las peregrinaciones a Medjugorje y la importante presencia de prelados en el festival juvenil celebrado recientemente, no buscan reconocer las apariciones en Medjugorje, sino más bien parecen un intento para ocultar a la Virgen.
El trigésimo festival juvenil que tuvo lugar hace poco en Medjugorje, presentó una novedad importante: gran presencia de cardenales, arzobispos y obispos asistieron siguiendo las disposiciones emitidas por el Papa Francisco el pasado mes de mayo, al autorizar las peregrinaciones y recomendar la orientación pastoral de los peregrinos.
Fruto de la “atención pastoral” del Papa, según el comunicado oficial del Vaticano que reconoció “los abundantes frutos de la gracia” que han surgido en los últimos años “del flujo considerable de personas que van a Medjugorje”, tal visto bueno para las peregrinaciones no debe entenderse como “una autenticación de los eventos conocidos”, o de las presuntas apariciones marianas que se han registrado desde junio de 1981.
La Iglesia institucional por tanto llegó con fuerza a Medjugorje para reunirse con los jóvenes que, durante la primera semana de agosto, llegaron de todas partes del mundo. Entre los excelentes prelados que se alternaron en la celebración de las misas y la catequesis, recordamos al vicario de la diócesis de Roma el cardenal Angelo De Donatis, al presidente del Dicasterio de Nueva Evangelización monseñor Rino Fisichella y al secretario del Dicasterio para Institutos de Vida Religiosa monseñor José Rodríguez Carballo, entre otros. Una presencia de gran importancia que nos demuestra que, más allá de la prudencia oficial ante la autenticidad de las apariciones, en Roma sin duda existe un clima favorable para su reconocimiento.
Sería un punto de inflexión sorprendente teniendo en cuenta que en varias conferencias de prensa el Papa se había dejado llevar por comentarios sarcásticos sobre la “Virgen cartera”. De hecho, el pasado 13 de mayo de 2017, durante el vuelo de regreso de Fátima, el Papa Francisco dijo textualmente: “Prefiero a la Virgen madre, nuestra madre, y no la Virgen jefe de la oficina central telegráfica que envía a diario un mensaje a tal hora... esta no es la madre de Jesús”.
Si bien muchos se preguntan hasta qué punto, el Papa Francisco cambió de opinión y de enfoque, es interesante evidenciar una paradoja presente: mientras más signos de apertura llegan desde Roma hacia Medjugorje, más está en riesgo que sea ocultada la presencia de la Virgen.
La primera señal está precisamente en la disposición que ha liberalizado las peregrinaciones a Medjugorje. Jesús, como criterio de discernimiento, dijo que de los frutos se reconoce el árbol: "¿Recolectamos uvas de espinas o higos de cardos? Así que todo buen árbol da buenos frutos y todo árbol malo da malos frutos” (Mt 7: 16-17). Ahora, la Santa Sede dice que los frutos son ciertamente buenos, pero evitamos hablar del árbol. Está claro que hay una contradicción. Ciertamente, está justificada por la prudencia que la Iglesia siempre ha tenido con las apariciones, aún más cuando todavía están en progreso. Pero esto es válido hasta un cierto punto, porque se vuelve cada vez más insostenible tratar de disfrutar de los buenos frutos negando el árbol.
La grande gracia que tantos fieles han experimentado y continúan experimentando al ir a Medjugorje, no nace del buen aire que se respira en Herzegovina, ni de los carismas particulares que los frailes franciscanos podrían tener en el lugar. No sólo los videntes confirman ver a la Virgen, sino que han ocurrido gran cantidad de conversiones, muchos que han tenido la gracia de la curación física y todos hablan de la “gracia de la Virgen”. La cuestión del árbol del que se derivan los frutos es, por lo tanto, ineludible.
En la actualidad, sin embargo, los sacerdotes y obispos que guían las peregrinaciones deberían hablar en general de la fe y, a lo sumo, de la Virgen, pero sin referirse a lo que relatan los videntes.
Entonces, es oportuno hacer una aclaratoria. Ningún creyente está obligado a creer en las apariciones de la Virgen, incluso aquellas reconocidas oficialmente, y las apariciones marianas ocurren van bajo el título de “revelaciones privadas”. Como dice el Catecismo: “no pertenecen a la categoría de la fe. Su papel no es “mejorar” o “completar” la revelación definitiva de Cristo, sino ayudarnos a vivirla más plenamente en una época histórica particular (CCC 67).
Es decir, la Virgen aparece para guiar y consolar a los hombres en la lucha contra el mal, ayudándoles a identificarlo en las circunstancias históricas en las que viven, preparando la segunda venida de Cristo (leer el libro de Diego Manetti, “Perchè appare la Madonna”). Con las apariciones marianas, por lo tanto, lo divino irrumpe en la historia y se convierte en compañía de los hombres. Y, en consecuencia, los mensajes no son un elemento insignificante, sino más bien son parte fundamental de las apariciones, pues explican por qué la Virgen aparece en un determinado lugar, en un determinado momento y con determinadas condiciones. ¿Qué sentido tendría la devoción a Nuestra Señora de Fátima, ignorando, por ejemplo, los mensajes dados a los tres pequeños pastores (comunismo, guerras mundiales, etc) y las experiencias que se les otorgan (la visión del infierno)? Una pastoral mariana que ignora la presencia de María se transforma fácilmente en una palabra de hombres, no de Dios.
Este riesgo apareció aún más evidente con la presencia de tantos prelados en el festival juvenil en Medjugorje y aquí hacemos presente la segunda señal. Al observar las homilías y la catequesis de la semana, es evidente que para evitar una posible “autenticación de los eventos conocidos”, se ha hablado muy poco de la Virgen y de lo que ha sucedido en Medjugorje. También hemos leído palabras hermosas y llenas de espiritualidad, pero que se podían pronunciar en cualquier momento, en Roma, en Sydney, en Tombuctú y en cualquier otro lugar del mundo.
Los fieles que van a Medjugorje, sin embargo, no quieren sentirse simplemente consolados por su elección de dónde hacer retiros espirituales. Tienen derecho a saber si el árbol es bueno, porque si es bueno, significa que la Virgen se ha hecho presente en Medjugorje por una razón. Para comunicarnos algo específico, para hacernos comprender mejor dónde estamos en la historia de la salvación y lo que realmente se requiere de nosotros. Y los fieles quieren seguir lo que la Virgen les dice.
Traer todo el Vaticano a Medjugorje para hablar de otra cosa, no es una contribución al reconocimiento de las apariciones, sino más bien es su oscurecimiento. La jerarquía eclesiástica se interpone entre la Virgen y el pueblo, haciendo más difícil la recepción de los mensajes y el poder entender lo que la Virgen intenta comunicar.
Esta es la gran paradoja que estamos experimentando. Y si nos fijamos en la gran dificultad que atraviesa la Iglesia y la necesidad de puntos de referencia sólidos para permanecer firmes en la fe, pues tenemos la sensación de que no es una casualidad.
(Traduzione di Marinellys Tremamunno)